La curaduría: el arte de la negociación bajo la lupa (El papel del curador en el contexto mexicano) ¿Qué situación predomina en la labor curatorial en México? ¿Qué función desempeñan los curadores de arte contemporáneo en el país? ¿Existe alguna relación entre la curaduría y la práctica educativa? ¿Por qué la suspicacia o desconfianza de su labor por parte de artistas, instituciones o públicos? Para Taiyana Pimentel, si bien el ejercicio curatorial del arte contemporáneo está en camino de profesionalización, en México se vive la tendencia a asociarse “únicamente a lo nuevo, a la búsqueda de pesquisas y prácticas recientes, mientras se está abandonando la investigación. Esto genera procesos curatoriales en la superficie y no suficientemente serios. Siempre que ocurre la ascensión hacia el poder de una práctica ocurren desbalances y demasiado brillo. Para que la curaduría no caiga en un ejercicio de vacío debemos recuperar sus raíces en la investigación, el análisis bibliográfico, la escritura y el involucramiento en las prácticas artísticas”, advierte la profesional nacida en Cuba y formada en México. A partir de su ejercicio de la práctica y la teoría curatorial, Willy Kautz observa que la deficiencia en este campo está en su discursividad. Un aire teórico “a veces pretencioso pero sin fondo” donde “la permisividad de ciertas formulitas curatoriales, como el dominio de las muestras temáticas-colectivas, tienden a oscurecer más que a aclarar” y donde “la pretensión teórica” se convierte en una “retórica, a duras penas diferenciable del entretenimiento más hueco”. | ||||
| Cuauhtémoc Medina opina que, de inicio, resulta inapropiado insertar a la curaduría y a los curadores en un mismo cartabón hasta no darles cierta identidad. “Hay algo parecido entre los curadores como entre los artistas: nada. La curaduría es ya una estructura institucional, asumida y convenida que, afortunadamente, se conforma por una comunidad conflictiva, que no está de acuerdo y puede, por lo tanto, ofrecer distintas opciones. No es una profesión, es un arte de la negociación entre polos muy diversos y condiciones complejas en donde el curador a veces opera como crítico de arte, amigo, | |||
levantador de fondos, a veces como convocante a imaginar una construcción de experiencia y espacio, o para formular una argumentación que permita acarrear, emocional e intelectualmente a artistas, públicos e instituciones”. ¿Demasiado brillo? Taiyana Pimentel asume que el demasiado brillo que actualmente se le otorga a la curaduría de arte contemporáneo ha generado cierta desconfianza hacia sus actores por parte de artistas, historiadores y públicos. “Primero está una abrupta ascensión al poder; luego, una carencia de sustento investigativo. Es entonces cuando algunos historiadores leen las barrabasadas que los curadores hacemos y se sienten ofendidos”. ¿Por qué no establecer equipos curatoriales donde participe un investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas, uno del Cenidiap y un curador de otra institución? Así evitaríamos desavenencias y promoveríamos que cada profesional realice su trabajo. No todo mundo tiene talento para escribir, investigar y curar, así que lo mejor sería trabajar en equipo”. Sin embargo, Pimentel lamenta que en México no estén dadas las condiciones para esta colaboración. “Persiste la megalomanía del curador y las instituciones culturales no están dirigiendo sus presupuestos a una labor conjunta. Pero lo grave de todo esto es que no estamos conscientes del problema y no lo asumimos. Lo urgente es delinear y debatir para buscar salidas interesantes para cada parte en específico y para el proyecto artístico y cultural”, subraya. Cuauhtémoc Medina confronta la postura crítica de algunos sectores frente a los curadores. “Hay un problema viejo, no asumido, la ilusión de que en la labor curatorial habría un proceso automatizado, no politizado ni discutible y donde nadie se hiciera responsable al vehicular y generar cultura. Hubo un período en que nadie tomaba posiciones y el método de programación en museos, por ejemplo, era por solicitud del artista o de la novia del artista que te llevaba un currículum y diapositivas del trabajo. Pero cuando se salió a visitar los talleres de artistas y alguien asumía aparecer como culpable de que algo pasara, se originó un resentimiento local y una rebelión intermedia dentro de las instituciones. Con los años, la eficacia de la intervención curatorial institucional ha ido desterrando los argumentos de la gritoniza y el delirio. Puedo decir que dentro de la estructura curatorial de América Latina, en México ha habido una operación seria y con momentos intelectuales refinados y políticamente muy vivos”. | ||||
Dupla artistas-curadores Una derivación de la práctica curatorial en los últimos años ha sido la presencia de los artistas como curadores en bienales de arte, en simposios teóricos y en exhibiciones de sus colegas. A Taiyana Pimentel le parece que esta tendencia iniciada con los ejercicios de vanguardia de principios del siglo XX (Dalí y los surrealistas, por ejemplo, o Luis Camnitzer sobre los lenguajes posconceptuales en América Latina) devino posteriormente en un vacío que ahora se retoma como práctica de los artistas analizando los fenómenos artísticos. | | |||
“Que los artistas estén curando a sus contemporáneos generará un balance interesante entre la visión del curador y la visión del artista. Además de recuperar la idea gramsciana del artista intelectual con capacidad de elaborar un fenómeno, entenderlo y ejemplificarlo será muy enriquecedor. Que los artistas regresen a hacer la chamba que nosotros hacemos nos servirá para reflexionar. Acaban de nombrar a Artur Zmijewski como curador de la próxima Bienal de Berlín y estoy segura que será una gran bienal en donde él se podrá demarcar, dará continuación o criticará agresivamente lo hecho en la Documenta 11, dirigida por Okwui Enwezor; pero de lo que no hay duda es que será un resultado interesante”. Como la curaduría “no genera una casta profesional gremial cerrada”, para Medina la intervención de artistas o de grupos independientes en prácticas curatoriales sólo genera una “inyección de opciones”. Y entre ellas, están el campo de ocupación de espacios en estrategias, como las realizadas por Guillermo Santamarina, Vicente Razo o Mariana Botey en sus proyectos particulares. Otro rango paralelo a estos actores mixtos, es el que Medina sitúa entre colectivos como Teratoma o Curare, “en el entendimiento colectivo de que tenemos una obligación crítica para contribuir a formular o modificar las instituciones existentes” que van de “la política de la queja y el lloriqueo que ya es parte del cuadro de operaciones políticas locales, o el proceso de producción curatorial como una especie de arte político en donde todos participamos de la estructura cultural, incluso los más resentidos y brumosos”.
Para Willy Kautz, la práctica curatorial tiene una dimensión ético-educativa. Explica: “Un educador, supuestamente, se dirige a los públicos generales; los curadores a los especializados. En el fondo creo que ambas siguen siendo prácticas educativas, simplemente que a una se le empodera, a pesar de que la otra trabaja con las grandes audiencias. Pienso que toda mediación cultural es en el fondo una metodología pedagógica. Por lo menos esa sería la justificación ética de su existencia. Todo lo demás tendría que justificarse por las modas, el entretenimiento, las tendencias, las clases, el poder, las ambiciones, el deseo. La dimensión ética del arte ha cobrado relevancia en los últimos años, y por tanto también su dimensión crítica y educativa. Por lo mismo, muchos proyectos tanto curatoriales como artísticos hoy toman como objetivo a la educación y la producción del conocimiento. Si en los noventa se hablaba de giro colaborativo o del término esfera relacional, hoy es común hablar del giro educativo. Lo cierto es que cada vez más proyectos, tanto curatoriales como artísticos, tienen a las dinámicas pedagógicas como forma expositiva”. | ||||
| El giro educativo es para Taiyana Pimentel un tema delicado porque “los públicos están desligados de los museos, cada vez más”. Abunda: “Hace un año, un grupo de directores de museos y de servicios educativos estuvimos en el MoMA de Nueva York, recibiendo la experiencia de su gente. Obviamente hay que establecer estrategias que asocien públicos, educación y exhibiciones, pero esta es una labor que desborda los márgenes curatoriales. En cambio, sí creo que la institución debe crear políticas en donde las prácticas educativa y curatorial encuentren un camino de unión. | |||
De lo contrario nos vamos a seguir convirtiendo en los dinosaurios de la cultura y se van a extinguir los museos. ¿Por qué, y en qué momento, se desligaron de la SEP las visitas de los alumnos de las escuelas públicas a los museos públicos? Es muy importante que alguien negocie eso en términos de políticas culturales. Lo cierto es que hoy estamos desligados y creo que es algo urgente a recuperar. Y lo llevaría más allá, a un fenómeno más amplio que se llama sociedad y donde intervenga el Estado para restablecer sus líneas de trabajo en la cultura, a la iniciativa privada para que apoye a los museos, y a nosotros, como sociedad civil, para entender que estos pequeños proyectos, los museos, pueden ayudar a forjar nuevas generaciones, con otro tipo de discursos que no son el mall, la tele y las computadoras”. ¿Institucionalizar, cuestionar la historia, construir memoria, reflexionar, Kautz considera que el curador hace todas esas labores. El énfasis de temas o de análisis depende del tipo de objeto en cuestión y de las formas discursivas que se escojan para encarnarlas en un montaje o una exposición. Sobre la institucionalización, indica que “el arte es ya una institución, un aparato social discursivo que implica una comunidad de receptores”. Y esa comunidad —productores y receptores— son también una institución, así como las bienales, las ferias, las galerías “son plataformas sobre las cuales cobran visibilidad las vertientes dominantes en el arte. Al final, los criterios de valoración de audiencias que se aplican a las formas espectaculares parecen ser lo de hoy. De ahí el triunfo de las bienales, o más bien, la masificación del arte. Yo siento mayor simpatía por otras escalas, pero un curador debe de estar abierto a enfrentarse a cualquier formato pues en todos ellos se pueden entonar preguntas relevantes respecto a la producción simbólica”. Pimentel asume también todas estas acciones, aunque su práctica, dice “está más ligada a la generación de procesos artísticos. Mi labor de diez años como independiente, y hace menos de dos años que entré a la SAPS, ha estado más ligada a lo que llamaría una práctica curatorial de autoría, donde por un lado colaboro con artistas cuyos discursos me interesan e intento aportarles estrategias de trabajo y una visión de cómo puede entrar la historia en estos proyectos. Siempre me ha interesado el tema de cómo se banaliza el tema de lo político en el arte así que a la hora de trasladar los discursos hacia lugares foráneos, he sido cuidadosa en invitar a artistas con sensibilidad para que no se queden en la superficie”. Finalmente, Medina resume: “La curaduría y las estructuras que producen, exhiben o circulan arte contemporáneo están institucionalizadas. En ellas hay agentes que toman decisiones, establecen posibilidades, negocian opciones y abren condiciones de producción artística, haciéndose responsables y argumentando del modo en que esto puede convertirse en políticas institucionales y en opciones sociales. En mi caso, he tenido ventajas como investigador para hacerme cargo de mis aspiraciones epistemológicas, así como para tener una voz pública, que como curador dentro de una institución no podría ejercer. Concibo la curaduría como un acto político porque está tratando de intervenir en términos de polos muy diversos y entorno de las hegemonías. Y si además tiene una estructura programática, construye una especie de agenda, que por más provisional o contradictoria que sea, tiene la capacidad de intervenir en las estructuras del poder cultural”.
Hasta aquí los planteamientos de tres actores de la práctica curatorial. Pero que continúen los contrapunteos, las sugerencias, las dudas. Taiyana Pimentel (1967). Es maestra en arte formada en Cuba y México. Estuvo a cargo de la Sala 7 de Proyectos de Arte Contemporáneo del Museo Rufino Tamayo de 1999 a 2001. Es directora de la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS) desde hace más de un año. Ambos espacios dependen del INBA. Ha desarrollado curadurías independientes de arte contemporáneo para bienales y exposiciones en Miami, Buenos Aires, Santiago de Chile, La Habana y varios recintos en México. Su práctica está ligada al análisis de la relación de la sociedad con ciertos problemas políticos como la frontera norte de México o la relación triangular entre México, La Habana y Miami. Su proyecto más reciente es con el artista mexicano Artemio sobre el tema de la institucionalización de la visión política en el arte. Willy Kautz (1975). Maestro en estética filosófica. Su labor curatorial en arte contemporáneo se ha plasmado en el Museo Rufino Tamayo (2001-2004) como curador asociado, así como en proyectos para galerías y museos en Brasil, Monterrey y el Museo Carrillo Gil de la ciudad de México con la muestra colectiva Yo uso perfume para ocupar más espacio (2009-2010). En 2006 inició el doctorado en estética en la Universidad Autónoma de Barcelona. En los últimos años le ha interesado el análisis de la idea del arte en tanto forma institucionalizada, es decir, la forma inmaterial de los discursos como soporte de la recepción. En la actualidad, Kautz trabaja en la implementación del Estudio Extendido en Casa Vecina, un programa abierto dedicado a prácticas colaborativas, posmedia y transdisciplinarias. Cuauhtémoc Medina (1965). Crítico, curador, historiador de arte e investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Fue el primer curador asociado de arte latinoamericano de la Tate Modern de Londres (2002 a 2008) y tiene a su cargo la columna quincenal Ojo breve en el periódico Reforma. Sus incursiones en museos, bienales y proyectos abarcan varios recintos de México y el extranjero; el pabellón de México en la Bienal de Venecia (proyecto de Teresa Margolles, ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, 2009) y el Proyecto de Arte Contemporáneo (PAC) de Murcia, España, donde presentó la exposición colectiva Dominó Caníbal. Sus líneas de interés han sido la práctica curatorial no fiel a la estructura de medios tradicionales, y al mismo tiempo abierta a una intervención político-intelectual, así como una especie de debate sobre la globalización, evadiendo tanto las tentaciones del cosmopolitismo como las de la identidad. Ahora continúa su colaboración en Espectro Rojo con Mariana Botey y Helena Chávez. Prepara una revisión del trabajo de Enrique Jezik para el MUAC, este 2011. |
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